lunes, 15 de febrero de 2016

Los cerdos de Choachi y del páramo Cruz Verde



En estos últimos meses he visitado muy seguido un territorio hermoso... lleno de la energía más vibrante, luminosa y envolvente de este planeta. Amo profundamente este sitio y espero pronto establecerme allí, ya he pedido permiso a la Pachamamita. 

En este territorio en medio de tanta belleza, he conocido que una de las actividades económicas más tradicionales es la explotación de los cerdos. He podido ver y sentir la falta de amor, el dolor, irrespeto y desagradecimiento hacia una de las especies más valientes, inteligentes y bellas que existen.

"Sucio como cerdo, suda como cerdo, más cochino que un marrano, qué marrano"... Son expresiones despectivas que se usan a diario para descalificar a alguien comparándolo con estos animales. 

Sin embargo, ni los cerdos son sucios, ni sudan y muy poco se conoce popularmente sobre ellos. Los cerdos son una especie muy inteligente, compleja, leal, maternal y sociable, pero nos empecinamos en creer que no lo son, tal vez porque es más cómodo "hacerse el de la vista gorda" que tomar responsabilidad y conciencia sobre el asunto. Nuestra sociedad considera "normal" que los animales vengan a este planeta para alimentarnos y servirnos. Se sabe que algunas especies han venido a experimentar ser alimento para otros, sin embargo ningun ser quiere, ni merece ser tratado con crueldad, como un simple objeto y con indiferencia. 

Volviendo al territorio chiguano... en cada casa rural no puede faltar una "marranera": espacio diminuto, en donde los cerdos crecen, dan a luz, duermen, defecan, y viven (si es a que eso se le puede llamar vida) mientras PRODUCEN antes de ser llevados al matadero. Durante su vida, los cerdos no tienen suministro de agua potable o al menos medianamente limpia. Tampoco se les alimenta adecuadamente, ya que como único alimento se les da lavaza. Les parecerá extraño... pero en este lugar no es un secreto para nadie que la lavaza es una mezcla de desechos entre los cuales se encuentran jeringas, basura, vidrios, suministros médicos usados, comida podrida, fetos humanos, desechos anatomopatológicos y cualquier cantidad de desechos basura que los productores de carne de estos animales recogen en Bogotá y alrededores para "alimentar" gratis a sus animales. 

En estos últimos tiempos nos hemos hecho más conscientes de la importancia de leer las etiquetas de los productos que compramos. Sin embargo, en una bandeja de carne, sea vacuna, de aves o porcina, no hay forma de identificar los sufrimientos, toxinas emocionales o químicas, angustias, costos ambientales y tristezas que son ingeridas por quienes consumen la carne de estos animales. 

Soy vegetariana desde hace varios años y debo confesar que hace algunos pocos deje de juzgar a quienes aún continúan comiendo animales. Ser vegetariano no se trata de ser el buenito del grupo o un mamerto que se cree mejor que el resto de mortales. Ser vegetariano es dar un paso hacia la compasión y empatía para con otras especies al  comprender la forma irresponsable y no amorosa con la que tratamos a los otros animales... esos que tienen el mismo derecho que nosotros los animales humanos a vivir plenamente en este planeta.

Para empezar a comprender, lo primero que uno necesita es estar informado, conocer la situación en la cual se "fabrican" los alimentos que consumimos y sobre todo, conocer quiénes son aquellos que llamamos productos cárnicos. 

Sería interesante plantearse si ayudaría al planeta, a los animales y sobre todo a nuestra misma especie dejar de creer que nuestras necesidades o simples gustos deben ser satisfechos a costa de lo que sea.

Por lo pronto, quiero compartirles un artículo que ilustra bien quienes son estos maravillosos animales: http://www.animanaturalis.org/p/1127/lo_que_no_conoces_sobre_los_cerdos 

Imagen tomada de Mercy for animals 

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